Sinny Wolf

Sinny Wolf

Sinny, (Santo Domingo, 1990). Poliglota. Escribe poesía desde los 14 años, formalizándose a partir de los 20 con poesía erótica como su género preferido. Ha sido publicada en revistas virtuales tales como Moñerío del proyecto Moñohecho y en Dominican Writer’s Association.

I (21p)


Me asomo al día sobre tu pecho:
la ciudad luce tranquila bajo sus luces
y en el aire las mismas golondrinas.

II (24p)


Con la cerveza y la bachata me bastaba:
pero vi tu boca pixelarse en distintos fotogramas

invitándome a bailar en una esquina del colmado.

III (45p)


La ciudad se vacía como siempre
y la gente se desborda por las costas y los ríos.

Yo que me deslizo sobre tu cuerpo mojado:no deseo nada más. 

Todos vuelven de su escape con las pieles tostadas

a un Santo Domingo que les odia.

IV (43p)


El domingo madura temprano,

como mis carnes
 cuando se acercan calientes a las tuyas. 

Siento tu olor, me arrimo aún más hacia tu cuerpo.

Los colores del sol nos pegan en la cara
y continúan su paso abrigando el techo de la catedral.

V (61p)


Sus manos desarmaban la ciudad con cada cambio del dial,
mientras las mías enrolaban un porro
desde mi posición de copiloto

sin prestar atención a las olas que rompían en el malecón.

La oscuridad de la avenida nos tragaba a una velocidad de 80kms por hora. 

Su mano ahora se movía entre mis muslos,
por fin, un Santo Domingo que conozco.


VI (45p)

El Océano Atlántico ondula en tus pupilas
y el atardecer me encuentra pegada a tu pecho.

Un par de niños gringos y las tetas al aire de una señora
que desea nuestra negritud pero nada más que eso.

A lo lejos, Sosúa nos contempla celosa.



VII (77p)


Duele en las vértebras regresar a la sucia nube de concreto,
donde la gente no sueña: 

a una ciudad que solidifica a sus habitantes en una masa inhumana,

al lugar donde nadie imagina la carnosidad de tus labios.
Sin embargo yo, busco florecer en el roce de tus manos,
resbalar por el agarre de tus dedos sobre mis caderas,
vivir el movimiento, alejados del ruido gris, aislados en cualquier playa
donde pueda caer desvanecida sobre tus labios.


VIII (70p)


Un blanquito de Ámsterdam me dijo

que estaba dispuesto a morir sofocado con mis rizos mientras dormía, 

que traería su motocicleta y me llevaría a pasear por las costas de Cabarete.

Me imaginé mi cabeza sobre sus hombros,
 abrazándolo por la espalda
y la brisa salada jugando con sus cabellos dorados, 

que el ruido del motor nos aturdía y las palmeras altísimas
nos pasaban tan rápidas como en un sueño.


IX (56p)


Le encantaba mirarme mientras desenmarañaba los negros nudos de mi melena,
como tantas otras veces;
 rodaba en la cama solo para quedarse mirando
mi cuerpo semi-desnudo recién salido del baño
 y hacerme suya
en aquella pequeña habitación de paredes verdes

flotando posiblemente en el punto más caliente de Samaná,

con apenas un abanico sediento y moribundo.


X (55p)


Escribo poesías sobre el Gran Santo Domingo;
Sobre cada poste, en los asientos de las guaguas,
dejo algunas en los baños,
en la espalda de los transeúntes

y a veces la regalo a los iletrados.

Pasa la lluvia dejando apenas un hilo de tinta,
un alboroto de letras tristes y llorosas,
se las lleva todas.

XI (65p)


La isla se desnuda al mediodía
dejando ver sus matices. 

A penas entramos en su latitud,

nos abraza el calor, nos enamoran sus costas y sus cordilleras;
Crecemos raíces profundas,
nos saluda el perro de la esquina
 y el extraño también es familia. 

Por las noches la isla se viste de aguardiente y bachata,

hasta el que no baila se mueve
con su perico ripiao.


XII (44p)


Te deseo, 
te deseo recostado en la costa
bajo las palmeras,
deseo tu cuerpo moreno 
estrujado contra el mío,
mojados de olas, calientes bajo un sol rabioso

que amenaza con quemarnos,
escuchándote hablar,
besando tus labios salados de mar
en la isla que anochece.


XI (65p)


La isla se desnuda al mediodía
dejando ver sus matices. 

A penas entramos en su latitud,

nos abraza el calor, nos enamoran sus costas y sus cordilleras;
Crecemos raíces profundas,
nos saluda el perro de la esquina
 y el extraño también es familia. 

Por las noches la isla se viste de aguardiente y bachata,

hasta el que no baila se mueve
con su perico ripiao.


XII (44p)


Te deseo, 
te deseo recostado en la costa
bajo las palmeras,
deseo tu cuerpo moreno 
estrujado contra el mío,
mojados de olas, calientes bajo un sol rabioso

que amenaza con quemarnos,
escuchándote hablar,
besando tus labios salados de mar
en la isla que anochece.


XIII (64p)


El sol rompe por nuestras pequeñas ventanas
ralentizando el tiempo sobre las sábanas blancas.

Cualquier rincón con una leve luz,
un poco de música y tus manos en mi espalda

es un vórtice voraz para escapar de la sobriedad
de
los 47 lunes que llevo encerrada en la ciudad. 

Nos abraza por completo ahora la luz,
el calor, un beso, se aplaza el desayuno.


XIV (87p)


Ella despierta el día con el olor a café,
6am y el traqueteo de los platos del desayuno.

Sus manos trocean el tomate: 
¡Chop! ¡Chop! ¡Chop!

Los colores del mango hacen juego con la caricia de la papaya
y en un segundo, los alimentos hacen presencia sobre la mesa.

Los aromas se mezclan con la luz del sol
que también viene a desayunar en su cocina:
por un momento cierro mis ojos
acercando el café a mis labios
y olvido los colores de un Santo Domingo antiguo.


XV (52p)


La ciudad es un poema en llamas,
 con calles sucias,
indigentes desvaneciéndose 
en los bancos de los parques.
La ciudad vacila sobre sus cimientos,
 sacudiéndose palabras

que amenazan con desbordar el río.
Un poema
 con cangrejitos azules en las riberas,
 el juego de un niño;
el fuego, la ceniza que nos arropa.


XVI (33p)


Una cerveza en un colmado de la zona

es siempre una buena excusa

para darle inicio a un poema,

pero ya todos me conocen

y saben que este poema

terminará
en tus labios.


XVII (32p)


Y nunca escuchamos esas canciones

de Soda Stereo
 que mi nuevo amor y yo

intentamos poner a sonar en un colmado,

like if after you all those songs we're prohibited to me.


XVIII (51p)

En New Jersey descubrí esquinas 
que son sucursales de la Duarte, 

donde las arrayanas 
en lugar de español aprendieron inglés

y se mueven vendiéndote extensiones
 que prometen hacerte ver
como 
la Rapunzel negra del caribe; las tiendas con tenis de origen dudoso

y pirámides de cremas para blanquearte hasta el acento.


XIX (63p)


Exorbitante y ligera, la morena mueve sus pies
 como golpes de arena,

retumban sus caderas en tu pecho, 
se queman sus movimientos en tu retina.

Ella destila ron y caña de azúcar
 pa' embriagarte los sentidos:
su negra piel te deja temblando, baila ágil
 como si el merengue que suena
 fuera cosa fácil. 

Contra ella,
 el sol del mediodía no es tan caliente.


XX (27p)


En el Caribe soñamos con otras fronteras

tan lejanas como imaginarias. 

El horizonte azul presta sus hilos

para tejer esos sueños
 de nieve,
abrigos y vidas mejores.


XXI (56p)


Tu cuerpo vino a mí
 como una revelación de mediodía: 
caliente y desnudo. 

Sangré mis labios mordiéndolos 
cuando tu deseo se acercaba al mío. 

Tanta piel, tanto despojo
 y tu piel tan negra, mi negro.

La fiebre subía desde mi vientre
 haciendo estallar mi cara,
mis piernas se volvieron río 
inundando tu conuco.

Resucitaron mis santos.


XXII (42p)


Nací de la semilla en la tierra, soy raíz, agua salá,
morena, agüita e’ coco.
 Llevo dentro todas las montañas
y las casitas de madera que se alzan vigilantes. 

Soy hija del sol, prieta prieta, hormiguita brava bendecida por el Mar Caribe.


XXIII (41p)


Me encontraste en una ciudad lejana,
muy distante de llamarse hogar para ninguno de nosotros,

tan fuckin' lejos de nuestros perros.

Yo no hablaba tu lengua ni tú la mía,
Pero me besaste en el único idioma
 que sabías yo entendería.


XXIV (59p)


Mi reino 
por un pedacito de tu piel negra
 sobre la mía,

tus besos sobre mis hombros, 
o por fundirnos sobre la arena,

tostándonos bajo el sol, porque seas el rey de mis bateyes,
de mis tierras
 y de los barcos hundidos que no pude salvar,

o tan solo porque seas este amanecer
que nos despierta empapados de mar.

XXV (59p)


Los gringos pasean por la Zona Colonial montados
en carretas arrastradas por caballos famélicos, como si fuera un viaje al 1800

y los sankys fueran esclavos liberados después del discurso de MLK. 

Apenas se respiraba paz mientras unos cuantos metros bajo tierra

se enfriaba el cadáver de Trujillo con las uñas llenas de tierra de arañar
el cielo de su sepultura
 y el miedo a los ojos amarillos de los hombres perejil

a los que había mandado a matar.

Al pie de las escaleras del cielo 
le fue negada la visa al descanso eterno.


XXVI (47p)


Te embriagaste en mí, de mi piel,
nadaste y bebiste de mis aguas,
escapaste,
 maldijiste la ciudad que nos abrumaba,

que nos convertía en sueños ciegos y amargos.

Me llevaste contigo al mar,
a un rincón del qué solo tú conocías:
nos hicimos sol, nos volvimos cielo.


XXVII (53p)


Lo que otros consideran una cita romántica

con vino y un museo, para mí son tus manos

apretándome contra tu cuerpo
en un perico ripiao violento,

una cerveza que se vaivenea dentro un vaso

amenazando con derramarse sobre mi vestido,
pero que termina en mis labios y mis labios ebrios en los tuyos.


XXVIII (63p)

¿
Qué hago con mis piernas si ya no son mías?
¿
Qué hago con el aceite de mis caderas?
Déjame bailar sobre tu cuerpo mojado,

besarte, sorprenderte con mis movimientos de gata en celo

antes que caigan los desafortunados lunes

y nos encierren como a empleados de oficina pública.
Déjame mojar sobre tus ciudades, tus edificios,
apagar el odio que sientes por Santo Domingo.


XXIX (60p)


Vienen del primer mundo
 con sus pieles blanquísimas

a dorarse en el sol.
 No son de la isla,

sueñan con ser de una, 
sin la problemática que supone la miseria.

Se ponen gafas oscuras para no ver la negra que fríe pescado
con el niño al hombro,
 se bañan en bloqueadores con olor a coco.

No son de la isla.


XXX (86p)


Que viene de Nueva Yol, ¿a quién le fuckin importa?
Allá son blanquito y hablan inglé’ bonito. 

Pero diablo, ¿tú le ha vito el culazo a la morena?
La que se pone chivirica cuando tú le dice mami.

¡Sí sí sí!, ¡esa misma!, la que no le dice que no a una salsa

y baila bachata ¡pegaísimo!
¡Ay!
¡ma’ bueno que e’ así!

¡Esa es "Made in DR" compai!
En Nueva Yol no la hacen así, no,

¡que te lo digo yo que he ‘tao allá!

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