Neo Carmona

Neo Carmona





Neo Carmona (Santo Domingo, 1986). Aprendiz de poeta, escritor y periodista. Estudiante de Comunicación Social Mención Periodismo en Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) donde también labora desde el año 2008. Publica artículos de opinión sobre temas políticos y sociales tanto en su blog personal Algo para contar (www.neocarmona.blogspot.com) como en periódicos de circulación nacional e internacional. En la actualidad trabaja en la edición y publicación de Neopoesía, su obra poética compuesta de tres partes.




1 (48p)

Ciudad ausente


Mis ojos

no se cansan

de mirarte

aquí

precisamente

donde no estás

en la ciudad

que ya no eres

y

aunque parece

una locura

en realidad

no lo es

no lo es

es la ciudad

que está ausente

aquí

precisamente

en mis ojos

donde siempre

eres

la ciudad.



2 (77p)

Al sur de la ventana


Casas tristes, techos débiles.


Escombros de miseria.


Olvido, desesperanza.

Un viejo con hambre

por la cañada con niños de papel.

La mujer golpeada,

el hijo desnudo

al instinto de la realidad.


La anciana triste

con sólo la mitad del techo

para cobijar descalzos

y la tierra hirviendo.


El gallo en la barranca.

Árboles sin sombra.

Alambres engañados,

harapos tendidos,

sábanas curtidas,

basuras colgadas,

lluvia y desvelo.

Banderas conmovidas

imposible dar agua

el molino

enervado por los años.




3 (47p)

Libertad de la ciudad


El sol azota

azarosamente

la tarde

y el recuerdo.

Se tuesta el beso.

Suena mil veces

una sola canción

que evoca el tiempo

en que la sonrisa era.


El vaso se llena

de los pezones,

de la lengua que recorre

todas las latitudes

liberando la ciudad

ensangrentada.



4 (28p)

El mar


I

Golpeado por la lluvia

muerto,

me devuelve la mitad

de una mirada.

II

En silencio,

triste, sucio,

sin respiración,

me devuelve la otra mitad

de una mirada.


5 (55p)

La ciudad transcurre breve

en la prisa

ignorada en su soledad de siglos.

Ninguno dirige a ella una mirada

ni la contempla majestuosa

en las colinas.


El hombre es afán y pena

que la ciudad sostiene sin reclamo,

siempre,

sirviendo a sus huellas olvidadas,

callando sus besos escondidos,

viviendo también por sus amores

y esperanza.



6 (81p)

¿Esta ciudad está perdida

o seré yo que no la encuentro

entre los pasos extraviados?

¿Se habrá también ido el color de las esquinas

o seré yo que solo veo tristes sombras?

¿Están huérfanos los caminos

o de verdad han muerto sin las huellas?

¿Dónde se detuvo la brisa

que regresaba a las aceras

donde era al fin el poema el beso?

¿Cuándo murió la tarde

sin que la ciudad supiera?

¿Qué ausencia hiere esta ciudad

qué triste sucede sin destino?


7 (47p)

Cuando eras la sonrisa


La ciudad se detenía

a la luz de tus labios,

incrédula.

Todo tenía sentido,

respirar era importante.

Abrían mis ojos para sentir

lo que ya había visto mi corazón.

Una secuencia de lo perfecto:

un callejón irregular,

unos escalones de retazos

                 a la derecha,

y el beso…



8 (78p)

Los pasos se ahogan en las calles

de esta ciudad perdida,

sin esquinas ni esperanza.

Aceras y contenes llenos de prisa 

abandonados por años y promesas

decoradas con corbatas neoyorquinas.

Vidas cansadas que la ciudad no entiende.

“Yoses” cansados que la ciudad no vive.

La alfombra en las paredes melancólicas.

Los retratos nunca muertos en que cada poste.

Meretrices guardianes las banderas 

de espaldas y caretas sin sentido.

Un grito sobresale por los ojos y llega a los dedos.

Los pasos siguen sin rumbo, ahogados.



9 (27p)

La ciudad amaneció borracha

en las calles trasnochadas.

Las botellas decoran trituradas

la esquina que sangra mal herida.

Es increíble la inconsciencia

que va destruyendo la ciudad.


10 (70p)

El silencio se postra en las hojas

como una sombra de lo que fueron

las calles del barrio bajo los pasos

que partieron sin saberlo.

El viento no encuentra un puerto

donde atracar seguro.


La ciudad entera naufraga

sin destino

justo cuando el silencio 

arde en llamas en las miradas.

Nadie lo supo antes.

Ninguno lo sabe ahora.

Y la ciudad sigue su curso.

Indiferentes,

nos perdemos en el naufragio.



11 (68p)

El bullicio en la esquina que todo cubre,

huesos amputados sin retoños

sonríen impacientes como si creyeran

en un dios que sabe de milagros.

La botella besa todas las bocas

dejando el sabor que luego olvidan

en las penas de la próxima partida.

El solar baldío, sin los peces

sin los pasos, sin regreso

solo la fotografía llena de nombres

que va y vuelve cuando es el día.



12 (26p)

La ciudad

lleva la mitad de sus días, 

regresa a la mitad de los míos. 

Un presagio nos trae de retorno, 

nos acompaña en el silencio.


13 (38p)

Sin disfraz,

hermosa llega.

Sincera, 

preña la ciudad.

Perdona mis años 

infames, 

el camino errado 

de mis ojos,

el tiempo en la memoria

que amanece.

Escapa por los dedos 

y la sangre 

hecha versos

recién nacida

la ciudad.


14 (63p)

Las calles que 

aguardaban 

silenciosas

los orgasmos

¿recuerdas?

nunca más

volvieron 

a crecer iguales.

El parque

mira de reojo

y reclama

esa primera vez 

que también

para él 

fue primera

y es eterna.

El vigilante 

que cuidaba

en la distancia

dos siluetas

de amor y prisa

se ha ido

de la estación que 

cambió su nombre.

Todo ha cambiado

desde entonces,

también nosotros.


15 (91p)

Érase una vez todas las tardes

Todas las tardes tienen sabor a pérdida.

El mismo motivo de morir es para no regresar

fuera del papel, la tinta y las palabras;

donde solo hay espera

y oscurecen los nísperos incesantes

como el caminar de las chicas con la prisa

y de los chicos como locos perdidos en los escotes.

También estaba el beso de los pájaros

que ha migrado a cualquier parte sin decirme

quedando triste la rama,

sin paisaje,

sin recuerdo, 

sin la tarde.

Todo lo he visto en mi costado,

herido el paladar como los versos.



16 (40p)

Esta ciudad 

desgarra,

sangra el sur

de mi costado

y tus pasos van 

donde un amor 

murió primero.

Cada paso 

la ciudad quiebra

y de la quiebra

nace

soledad

en esquinas 

que antes fueron

refugio,

besos,

humedad cubriendo

los cristales.


17 (72p)

Los pasos desnudan una ciudad sin lengua

que los sumerge en su propia soledad de siglos,

en la prisa que cada día la hace cenizas 


y desconocida;

poblada de espejos que preñan la mentira 

prometida en otra ciudad que a lo lejos naufraga 

en unos pasos que se adelantaron a su destino

y esperan en el fondo de una herida

de hace un día, de unos meses, de un año;

no importa.


18 (43p)

El insomnio volvió a pintar
en las paredes de la oscuridad
el presagio.

El beso recorre, sin destinatario
la ciudad que se deshace
en mí,
soledad de siempre.

Buscar ¿dónde?
el sueño que despertó tan lejos
de estas calles que no la olvidan.


19 (22p)

¡Qué triste es el destino

de estas calles

que hasta ti no llegan

a cualquier hora!


¡Qué triste la ciudad!
¡Qué triste!



20 (55p)

La sombra se dirige a ninguna parte


agarrada de la mano de un transeúnte

confiados en la brújula que dobló la esquina.

La madre espera estar tranquila

con la pesadilla de la verdadera

que aún no sabe que su hijo muere.

El hijo no tiene un corazón nuevo,

no hay testimonio:

¡dios abortó su hijo!


21 (60p)

El que no soy

divide el silencio

en estas palabras 

y las que

aguardan 

por 

salir corriendo

detrás de un dios 

sin odio 

que pueda 

merecer 

algunos versos.

Soy el que no es 

y llega,

el que no es 

y no se va,

aquel que quiere ser 

pero 

no regresa

y sigue siendo

un presagio 

de la noche

sin dios.


22 (37p)

Las monedas podrían

embriagar la muerte

y distraerla

pero no llegaron.

Mientras la tarde muere,

espera.

La ciudad lo hizo antes:

esperó,

murió de hambre.

Mis pasos van

por la tragedia 

a la noche hambrienta

y descalza.


23 (62p)

El hedor se clava en las palabras.

El verso agoniza en la ausencia

de un dios sin suerte y humillado,

sin agua para otro diluvio.

La promesa arde en llamas

y alguien brinda y celebra.

Yo la espero, me habló de eternidades

y de una ciudad que abonan las cenizas.

En este, otro día:
(¡blasfemia y desahogo!)
disfrazado de poesía, 

sin ciudad.



24 (51p)

La lluvia que anoche era

entra ahora por la ventana

como el canto de algún día,

de algún río sin nombre

de alguna tarde bajo las sábanas,

de cualquier beso en la ciudad.

Yo la escucho de reverso

y sonrío en silencio

más menos triste,

y más lluvia

como anoche era.


25 (62p)

Era otro el sábado

esta mañana:

caminaba sin prisa

vestido del recuerdo

que siempre llega

con el café que

en otros labios,

en otra taza,

quiere ser

mejor augurio

que esta soledad.

Se sentía culpable

de mi muerte 

mientras que dios 

descansaba.
Pero
también mi muerte

era los lunes
cuando dios
madrugaba.

Eso no lo consoló

y empezó a llorar

aquellas tardes.


26 (39p)

La tos en el cielo

anuncia lluvia 

y recuerdos.

El viento húmedo 

y frío

eriza las palabras 

que me esperan

en la epidermis

hecha desierto

y abandono.

El reverso

se ha salvado en las monedas

que sorprendieron al mediodía.


27 (22p)

I

Como en la casa

de los pollos.

En la casa

de los pollos 

no,

en la granja.

II

El beso,

siempre.


28 (59p)

Se cubre el cuerpo

con los añicos

que dejó la espera.


Las palabras

ya nada nombran.

El alfabeto disecado

se ejercita


bajo la lluvia que

a mi nada llega.

El azul es

tiempo perdido

entre las piernas que

orgasmos no saben.

Crudo es

lo que se encuentra

en las gotas que

a la lluvia faltan.

Una busca,

otra llora.


29 (42p)

La ciudad 

que fue 

beso,

destino 

y playa.

Sonrisa 

y mía.

Café, 

callejón

y tarde.

Esquinas 

y oscuridad

a medias.

Voces 

y humedad.

Cristal 

y gemidos…

Hoy es

soledad.


Y yo buscándola

en los espejos

que fuimos colgando

por todas las calles.


30 (46p)

El camino cansado 

del reloj 

transcurre

en la arena 

y la sangre.

El tiempo 

ensangrentado

en dos almas 

separadas 

por las huellas

que pueblan 

el océano

y dejaron 

desnuda

la ciudad.

Un abismo 

la voz quebrada 

en el silencio

junto al veneno 

esparcido 

por las horas.
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